Una de las consecuencias más silenciadas que sufren tus pacientes con incontinencia urinaria es la aparición de la depresión, estrés y/o ansiedad. Ante esta situación, su calidad de vida disminuye y sus patologías se agudizan.
Hoy, 4 de octubre se celebra el Día Europeo de la Depresión. En 2004 la European Depression Association (EDA), propuso este día con el fin de crear conciencia sobre la depresión en toda Europa.
Desde La Nueva Serenidad queremos dar visibilidad a las relaciones que existen entre la depresión y la incontinencia urinaria para normalizar ambos conflictos que afectan a miles de mujeres y hombres en todo el mundo.
Como sabes, la depresión es un trastorno afectivo que actúa de forma negativa a nivel físico y mental provocando un sentimiento de tristeza incesante y una pérdida de interés en mantenerse activo. Además, puede estar acompañada de otros desórdenes entre los que destacan la ansiedad, pérdida de sueño o apetito, entre otros.
La depresión y la incontinencia urinaria son problemas de salud muy comunes, especialmente en mujeres. Además, tal y como apunta Maria del Pilar Sánchez López en su libro “Mujer y salud. Familia, trabajo y sociedad”, las mujeres tienen dos veces más tasas de depresión que los hombres. No obstante, existen resultados contradictorios sobre si la depresión da un mayor riesgo de incidencia de incontinencia urinaria o si es ésta la que conlleva un mayor riesgo de desarrollar depresión.
Salud y calidad de vida de pacientes con IU y depresión.
A pesar del evidente impacto en la calidad de vida de las pacientes que lo padecen, existen insuficientes estudios y datos para conocer en profundidad la relación entre ambas patologías de manera completa. Poco a poco, los profesionales son capaces de definir estrategias de prevención y promoción para detectar con prontitud esta asociación y con ello mejorar el día a día de las pacientes.
En este punto, la atención primaria y más concretamente la especializada cumple un papel clave para tratar la IU en sus tres fases: la prevención frente a las causas, prevención secundaria frente a la enfermedad y en último lugar la rehabilitación, o la aparición de la IU.
Por consiguiente, se puede afirmar que existe una gran necesidad de diseñar e implementar intervenciones dirigidas a incluir en los programas de educación para la salud para mujeres, comenzando por dar visibilidad a la importancia que tiene ejercitar los músculos del suelo pélvico para evitar y/o controlar la IU.
El mundo sanitario debe tener en cuenta las consecuencias y complicaciones de esta enfermedad, si no se tratan adecuadamente, deterioran significativamente el estilo de vida de los pacientes, limita su autonomía y reduce la autoestima, incluyendo aislamiento social y depresión.
Esperamos que te haya resultado interesante y útil esta pequeña reflexión sobre la relación que existe entre entre ambos trastornos y la importancia que tiene visibilizarlos.
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