Los médicos y profesionales de Atención Primaria viven con frecuencia situaciones complejas en su día a día relacionadas con el sufrimiento, la enfermedad, el dolor o la muerte, sin olvidar la propia incertidumbre y la presión asistencial a la que deben enfrentarse en su trabajo.
Además, el colectivo sanitario es uno de los más afectados por el síndrome de Burnout o desgaste emocional, pudiendo derivar en absentismo laboral, bajo rendimiento, o disminución de los niveles de satisfacción personal y profesional, entre otras consecuencias.
Esta situación tan compleja supone una enorme demanda emocional, que no siempre es fácil de afrontar adecuadamente, ya que depende principalmente de las características físicas, emocionales y conductuales de cada persona.
Los equipos de Atención Primaria se enfrentan cada día a situaciones muy difíciles en su trabajo. Es importante saber utilizar las herramientas de comunicación necesarias para evitar problemas de agotamiento físico, emocional y mental.
Poder diferenciar hasta qué punto hay que involucrarse con los pacientes, o si hay que mostrar indiferencia hacia ellos, es donde radica la verdadera habilidad de saber manejarse emocionalmente en cada situación. No es nada fácil saber cómo atender a pacientes y familiares, y al mismo tiempo, autocuidarse y protegerse uno mismo.
Por todo ello, la inteligencia emocional se considera esencial y necesaria. Se trata de un concepto fundamental para organizar las habilidades interpersonales y de comunicación en el campo de la medicina. De hecho, se ha demostrado que existe relación entre la inteligencia emocional y la salud, hasta el punto de que la inteligencia emocional se ha propuesto como posible predictor de la salud.
Qué se entiende por inteligencia emocional
La inteligencia emocional tiene sus raíces en el concepto de inteligencia social identificado por primera vez en 1920 por Thorndike, quien definió la inteligencia como la capacidad de entender, gestionar y actuar con prudencia en las relaciones humanas.
Más tarde, en 1990, Salovey y Mayer definieron la inteligencia emocional como un subconjunto de la inteligencia social, que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y las emociones propias, así como las de los demás, discriminando entre ellas y utilizando esta información para guiar el pensamiento y las acciones.
A partir de ahí, surgieron otros modelos, pero fue el de Goleman en 1995 el más relevante. Según Goleman la inteligencia emocional consiste en reconocer los sentimientos propios y ajenos para poder manejar bien las emociones y conseguir tener mejores relaciones personales.

Una persona se considera emocionalmente inteligente cuando:
- Evalúa sus propias emociones. Es decir, tiene la capacidad para entender sus emociones más profundas y es capaz de expresarlas naturalmente.
- Evalúa y reconoce las emociones en otras personas, percibiendo y entendiendo las emociones que le rodean.
- Sabe utilizar las emociones para facilitar y mejorar su rendimiento.
- Regula y controla sus propias emociones y temperamento.
En la gestión emocional, el orden de los factores sí que altera el producto. Es fundamental empezar por uno mismo, gestionando las propias emociones y sentimientos.
La inteligencia emocional está compuesta por una serie de capacidades y habilidades emocionales, que permiten crear un estado de ánimo o sentimiento a partir de las ideas que se tienen sobre lo que ocurre. Solo conociendo qué pensamientos y comportamientos provocan nuestros estados de ánimo, se podrán gestionar mejor y solucionar los problemas que ellos generen.
La inteligencia emocional se entiende como la capacidad de una persona para hacer uso de sus emociones, dirigiéndolas hacia actividades constructivas y de desempeño personal.
La importancia de las emociones

La emoción es un estado afectivo que aparece de manera inmediata como reacción subjetiva a un factor desencadenante, sea una persona, un acontecimiento, un lugar, o un recuerdo.
Los estados afectivos se pueden clasificar en emociones primarias y secundarias.
- Las emociones primarias se refieren a las respuestas consideradas universales, fisiológicas e innatas (miedo, ira, tristeza, felicidad, etc.).
- Las emociones secundarias son una combinación de las primarias, y suelen estar condicionadas por factores sociales y culturales (culpa, amor, decepción, etc.).
Es importante estar en contacto con las emociones, pero, sobre todo, es más importante tener una buena autorregulación. Aprender a regular las emociones es esencial para conseguir adaptarse a las circunstancias que se viven en cada momento.
La inteligencia emocional es la capacidad de solucionar problemas adaptándose a las circunstancias.
La experiencia, el conocimiento técnico y el coeficiente intelectual son fundamentales en el trabajo. Sin embargo, una alteración emocional puede anular la capacidad de las personas a la hora de enfrentarse a determinadas situaciones y actuar adecuadamente. En consecuencia, es importante disponer de aquellas competencias emocionales que permitan sacar el máximo partido según las posibilidades de cada individuo.
En el caso de los profesionales sanitarios, las competencias emocionales hacen referencia principalmente a saber reconocer y gestionar las emociones que aparecen diariamente en el trabajo, tanto en pacientes y familiares, como en el resto de compañeros y personas con las que se tiene relación.
La gestión de las emociones facilita la adaptación al medio y puede ayudar a resolver problemas.
Beneficios de la inteligencia emocional en Atención Primaria
En el ámbito de la salud, la inteligencia emocional tiene un impacto positivo en diferentes aspectos:
- Influye positivamente en el desempeño, implicación y satisfacción profesional de médicos y profesionales sanitarios.
- Contribuye al entrenamiento y desarrollo de habilidades relacionadas con la comunicación clínica. Los profesionales muestran mayor optimismo y son más sensibles a las emociones de los pacientes.
- Fortalece la relación médico-paciente, mejorando la calidad de las interacciones, el cuidado, la adherencia a los tratamientos y la satisfacción de los pacientes.
- Mejora la salud física y mental de los profesionales sanitarios, disminuyendo el cansancio emocional y los síntomas psicosomáticos.
La inteligencia emocional en el ámbito de la salud es clave para que las relaciones con los pacientes y otros miembros del equipo sean un éxito.
Además, en términos de bienestar y autocuidado, la inteligencia emocional puede ser una de las claves para reducir el síndrome de Burnout en las consultas de Atención Primaria.
Cómo poner en práctica la inteligencia emocional en las consultas
La inteligencia emocional y las competencias emocionales son básicas para manejar el estrés de una forma más saludable, potenciar el autocuidado como primer eslabón preventivo y mejorar la calidad del trabajo con los pacientes.
Lo más importante de la inteligencia emocional se refiere a las habilidades que permiten reconocer, comprender y utilizar las emociones de forma beneficiosa y productiva para conseguir los objetivos deseados.
Las seis acciones que entran en juego en el ámbito de las relaciones interpersonales en la práctica clínica son:
- Preguntar para descubrir posibles miedos, dudas, expectativas, objetivos o deseos.
- Escuchar con interés y atención.
- Empatizar con las razones y emociones de los pacientes.
- Sintetizar las palabras, ideas y conceptos más relevantes.
- Reforzar los logros y los esfuerzos de los pacientes.
- Retroalimentar para evaluar la comunicación y poder optimizarla.
Es mejor preguntar que presuponer.
Es mejor escuchar que hablar demasiado.
Es mejor empatizar que acusar.
Es mejor sintetizar y simplificar que complicar y enredar.
Es mejor reforzar que menospreciar.
Es mejor retroalimentar y flexibilizar que ser inflexible y rígido.
Algunas de las recomendaciones más importantes para poner en práctica son:
- Escucha activa. Para saber escuchar, hay que saber manejar los silencios, no solo para que el paciente tenga el tiempo suficiente para explicarse, también para poder analizar en profundidad toda la información que se recibe y evitar quedarse en una capa superficial. En general, se recomienda ir más allá del motivo inicial de la consulta.
- Lenguaje fácil de entender. Es importante utilizar un lenguaje sencillo que el paciente pueda entender con facilidad, sin caer en la infantilización del paciente ni en la pérdida de la profesionalidad del médico. Se trata de simplificar el mensaje, cuidar las palabras y tener en cuenta los posibles efectos que éstas pueden provocar en los pacientes.
- Ser asertivo y evitar las etiquetas. Ser asertivo implica saber moverse entre el “sí” y el “no” ante las peticiones de los pacientes, intentando mantener una conversación fluida, sin alteraciones ni enfados. Además, se recomienda no prejuzgar ni poner etiquetas a las personas.
- Comunicación de malas noticias. Es importante aprender a dar las noticias poco a poco, dando voz al paciente sobre qué es lo que quiere saber y cuándo lo quiere saber. El momento de dar una mala noticia es irrecuperable y el impacto puede ser tan grande, que hay que saber controlar el momento para no provocar daños innecesarios.
Formación en inteligencia emocional, la clave para la optimización de la Atención Primaria
Para poder afrontar las propias emociones ante determinadas situaciones o pacientes, es clave la formación y el aprendizaje en técnicas de autocontrol, asertividad, relajación y autoconocimiento.
La incorporación de la inteligencia emocional en la formación académica supone adquirir aquellas competencias necesarias para que el médico pueda relacionarse con él mismo y con los demás. En general, se trata de que los profesionales sanitarios se acerquen a la inteligencia emocional y a las competencias emocionales, además de potenciar el autocuidado profesional como primer eslabón preventivo del estrés en el trabajo.
Los principales objetivos del aprendizaje sobre inteligencia emocional en la formación médica son:
- Conocer los fundamentos de la inteligencia emocional.
- Identificar las propias emociones y su base neurobiológica, profundizando en el propio autoconocimiento.
- Dotar al médico de recursos necesarios para poder regular adecuadamente las emociones más comunes presentes en las consultas, principalmente el miedo y el enfado.
- Saber aplicar estrategias de autocuidado profesional en las situaciones de estrés en la consulta.
- Saber apoyar a los pacientes a entender sus propias emociones.
- Conocer las herramientas que ayudan a optimizar la relación médico-paciente, principalmente las habilidades de comunicación y conexión con los demás.
- Conocer las bases del trabajo en equipo y su aplicación desde un liderazgo emocionalmente inteligente.
Durante las últimas décadas se han conseguido importantes progresos técnicos y científicos, sin embargo, no se ha producido el mismo avance en la esfera emocional y psicológica, a pesar de que el concepto de inteligencia emocional ha adquirido una base científica muy sólida. Para poder responder eficazmente ante los nuevos retos del sistema sanitario, es fundamental prestar atención a todas las disciplinas relacionadas con el conocimiento y la gestión de las emociones.
Bibliografía
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