La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que golpeó con fuerza la Comunidad Valenciana no solo dejó calles anegadas, viviendas destruidas y cultivos arrasados. Su huella más profunda y menos visible está en la salud de las personas que, de un día para otro, vieron trastocadas sus vidas en formas que la medicina y la sociedad apenas comienzan a dimensionar. En medio del caos, la tormenta ha expuesto las vulnerabilidades del ser humano ante fenómenos naturales extremos, desnudando las carencias de un sistema sanitario que lucha por abarcar el alcance total de esta tragedia.
Lesiones físicas: el primer golpe del desastre
Las inundaciones, por su naturaleza imprevisible y violenta, han provocado un aumento significativo de lesiones físicas entre los afectados. Golpes, cortes, fracturas e incluso traumatismos severos se han reportado en personas que intentaron salvar pertenencias, evacuar con rapidez o ayudar a sus vecinos en medio de corrientes descontroladas. Las caídas en terrenos resbaladizos, los accidentes durante rescates y la falta de medios adecuados han convertido a las emergencias traumatológicas en una constante en los hospitales valencianos.
Además, el contacto prolongado con agua contaminada ha incrementado el riesgo de enfermedades infecciosas, desde gastroenteritis hasta infecciones por hongos y bacterias. Muchos afectados, al no tener acceso inmediato a atención médica, han enfrentado complicaciones evitables, lo que sobrecarga aún más un sistema de salud ya tensionado.
Un caldo de cultivo para infecciones
El agua estancada, omnipresente tras la retirada de la tormenta, no es solo un recordatorio visual del desastre. Es también un foco de problemas sanitarios graves. Las inundaciones han contaminado fuentes de agua potable y sistemas de saneamiento, exponiendo a la población al riesgo de enfermedades como la leptospirosis, hepatitis A y dengue.
Las comunidades rurales y periféricas, menos preparadas para manejar estas crisis, enfrentan un peligro mayor. La falta de suministro constante de agua potable y las dificultades para mantener una higiene adecuada en estos contextos han creado un ambiente propicio para la proliferación de brotes infecciosos que podrían desatarse en las próximas semanas.
La salud mental: una herida invisible
Si bien las lesiones físicas son el rostro más evidente del impacto de la DANA, el trauma psicológico que deja tras de sí podría ser mucho más duradero. Para muchas personas, el simple acto de ver cómo las aguas se llevaban sus hogares, recuerdos y estabilidad ha sido devastador. Los más vulnerables —niños, ancianos y personas con antecedentes de trastornos mentales— están experimentando niveles alarmantes de ansiedad, insomnio y depresión.
El estrés postraumático no es una excepción. Los episodios de pánico en medio del desastre, el miedo constante a nuevas lluvias y el sentimiento de impotencia al enfrentar la destrucción, han desencadenado una crisis emocional masiva que el sistema de salud está apenas comenzando a abordar. Las líneas de ayuda psicológica se han visto saturadas y muchos afectados no cuentan con los recursos ni la información para buscar la asistencia que necesitan con urgencia.
Los enfermos crónicos y la interrupción de tratamientos
Uno de los aspectos más críticos y menos visibles de esta tragedia es el impacto en las personas con enfermedades crónicas. Para quienes dependen de medicamentos diarios o tratamientos regulares, la interrupción causada por el desastre puede tener consecuencias fatales. Pacientes diabéticos sin acceso a insulina, hipertensos que no consiguen sus medicinas, personas con cáncer que han visto interrumpidas sus sesiones de quimioterapia… la lista es tan extensa como alarmante.
Además, las evacuaciones han dejado a muchas personas sin acceso a sus historiales médicos ni a los especialistas que las atendían. Para quienes ya estaban luchando por mantener una vida estable con problemas de salud, la DANA ha sido un golpe devastador que podría agravar sus condiciones de forma irreversible.
Refugios: espacios de protección que también enferman
Los refugios improvisados, aunque imprescindibles para ofrecer un techo temporal a los damnificados, están lejos de ser entornos saludables. La falta de ventilación adecuada, el hacinamiento y la exposición prolongada al estrés han provocado un aumento de enfermedades respiratorias y dermatológicas. La convivencia forzada en espacios reducidos incrementa además el riesgo de contagio de enfermedades virales, agravando la situación sanitaria de los más afectados.
Niños pequeños, ancianos y personas inmunodeprimidas son especialmente vulnerables en estos entornos, y la falta de infraestructura adecuada hace que las soluciones temporales puedan convertirse rápidamente en un nuevo foco de problemas.
Un sistema sanitario bajo presión
El sistema de salud valenciano, aunque ha respondido con rapidez y compromiso, enfrenta un desafío monumental. Los hospitales han tenido que redoblar turnos y movilizar recursos, mientras que los centros de atención primaria intentan llegar a las zonas más aisladas. Sin embargo, la magnitud de la catástrofe ha puesto de manifiesto la necesidad de reforzar los recursos disponibles para manejar crisis de esta magnitud.
Los profesionales sanitarios, muchos de ellos exhaustos y trabajando al límite de sus capacidades, se enfrentan al dilema de priorizar casos urgentes mientras intentan no descuidar las necesidades menos visibles, pero igualmente cruciales.
El camino hacia la recuperación
En este contexto, es fundamental no perder de vista que la recuperación de la salud tras la DANA no será una cuestión de días ni de semanas. Requiere un enfoque integral que aborde tanto los problemas inmediatos como las secuelas a largo plazo. Será imprescindible invertir en programas de apoyo psicológico, garantizar el acceso continuo a tratamientos médicos y reforzar las infraestructuras sanitarias en las zonas más afectadas.
La DANA ha puesto de manifiesto que los fenómenos extremos no solo desafían nuestra capacidad de respuesta material, sino también nuestra resiliencia física y emocional. Para quienes han sufrido las peores consecuencias, la recuperación no será solo reconstruir sus hogares, sino también sanar heridas profundas que, aunque invisibles, marcarán sus vidas para siempre. Es un llamado urgente para priorizar la salud como eje central de cualquier esfuerzo de reconstrucción.
Fuentes:
- Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS)
- Cruz Roja Española
- Comunidad Valenciana