El envejecimiento de la población y el progreso de la medicina han hecho que aumente la prevalencia de las enfermedades. Por ello, es fundamental la educación al paciente, potenciar su participación en el proceso de la enfemedad y promover las relaciones médico-paciente menos paternalistas.
Según la OMS, la educación al paciente debe estar basada en el autocuidado, es decir, que los pacientes sean capaces de tomar decisiones sobre su salud y puedan poner en marcha cambios de conducta para prevenir y tratar sus afecciones y enfermedades.
El autocuidado se define como el conjunto de tareas que lleva a cabo el paciente en el manejo de su enfermedad, incluyendo los aspectos médicos, de conducta y también los emocionales. Y para lograr este objetivo, la educación es la clave si se quiere conseguir que los pacientes aumenten la aptitud y la confianza en sí mismos. En general, el autocuidado se relaciona con el empoderamiento y la educación sanitaria, dando como resultado un paciente activo involucrado en su autocuidado.
En este sentido, la figura del paciente experto va teniendo cada vez más importancia en la prevención y gestión de la salud. La autosuficiencia y la toma compartida de decisiones médico-paciente deben formar parte de la nueva estrategia de los sistemas sanitarios.
Al contrario que en el enfoque paternalista, donde el médico proporciona información al paciente y las decisiones se toman sin que participe activamente, el paciente experto es una figura que entiende su enfermedad, intercambia información con su médico y es capaz de tomar decisiones conjuntamente. De hecho, nadie mejor que el propio paciente a la hora de conocer sus costumbres, actitudes y expectativas respecto a su enfermedad.
La educación tiene un papel relevante para mejorar la calidad de vida de los pacientes con incontinencia urinaria.
En los casos de incontinencia urinaria existen muchas barreras que impiden que los pacientes busquen ayuda, sin embargo, se ha demostrado que con la educación mejoran la percepción y actitud sobre la incontinencia, incluso animándoles a buscar ayuda.
La denominación de paciente experto se acepta en todo el mundo como aquel paciente que se reconoce como el principal responsable de su salud, decide cuidarse y tiene las habilidades, motivación y confianza necesarias para poder hacerlo, siempre en colaboración con el profesional sanitario.
En ningún caso el paciente experto debe entenderse como una amenaza para el médico por tratarse de personas que buscan información sobre su enfermedad cuando van a la consulta. En realidad, se trata de formar un equipo médico-paciente y valorar sus situaciones conjuntamente.
En líneas generales, los objetivos de los programas para el autocuidado de los pacientes deben incorporar:
En cuanto a la toma de decisiones, se han descrito 4 fases en el proceso de la toma compartida de decisiones médico-paciente:
Pero no siempre la toma de decisiones es idéntica, las situaciones particulares de cada centro sanitario o las propias circunstancias personales de cada paciente pueden influir en la toma compartida de decisiones:
Los pacientes con incontinencia urinaria, al tratarse de personas con importantes repercusiones personales y familiares, deben recibir la ayuda de atención primaria mucho antes de que las pérdidas de orina hayan derivado en problemas físicos, psíquicos o sociales.
En general, lo más importante es la prevención. Como ejemplo, los consejos relacionados con los factores que causan debilidad en la musculatura del suelo pélvico, se ha demostrado que ayudan a mejorar la calidad de vida de los pacientes con incontinencia urinaria. Al mismo tiempo, hay que asegurarse de que entienden la información recibida y que la integran en su día a día.
No hay que olvidar la importancia de la adherencia terapéutica. Se ha demostrado que existe un 50% de incumplimiento en los tratamientos farmacológicos de las enfermedades crónicas, valores todavía más altos cuando se trata del incumplimiento de las recomendaciones relacionadas con la modificación de los hábitos y estilos de vida. Por todo ello, los modelos más eficaces son los que promueven el autocuidado y la autorresponsabilidad del paciente a la hora de gestionar su enfermedad y aumentar la adherencia terapéutica.
Por último, para un mejor seguimiento de la incontinencia y su prevención, los expertos también destacan la importancia de favorecer la coordinación interdisciplinar entre la Atención primaria y el ámbito hospitalario.
El colectivo de enfermería de Atención primaria realiza una labor muy importante para que el paciente con incontinencia se involucre en la gestión de su autocuidado. El objetivo es mejorar su calidad de vida para que puedan seguir con sus actividades cotidianas y ayudarles a preservar su dignidad, muchas veces dañada al sufrir una enfermedad que afecta a sus relaciones familiares y sociales.
Aunque en ocasiones las intervenciones de enfermería dirigidas a los pacientes con incontinencia urinaria pueden resultar algo complejas (mejora de los hábitos higiénico-dietéticos, seguimiento, calendario miccional, etc.). Los estudios demuestran que con la intervención educativa de enfermería se obtienen muy buenos resultados.