Según la OMS, el autocuidado es la capacidad de las personas, familias y comunidades para promover y mantener la salud y prevenir enfermedades y hacerles frente, con o sin el apoyo de los profesionales sanitarios. En general, el autocuidado se trata de una práctica que identifica a los pacientes como protagonistas activos de su propia salud, ya sea para prevenir enfermedades o para controlarlas.
Las intervenciones que se relacionan en el autocuidado pueden ser muy variadas, desde hábitos de vida saludables, hasta la gestión de medicamentos, tratamientos, dispositivos, métodos de diagnóstico o herramientas digitales. En general, se trata de medidas que incluyen prácticas, hábitos y todo tipo de decisiones vinculadas al estilo de vida.
El autocuidado empodera a las personas en la gestión de su propia salud y permite que tengan un rol proactivo en el mantenimiento de su bienestar y en la gestión de los factores que lo condicionan.
Las claves del autocuidado son:
· Conocimientos sobre salud.
· Prevención de enfermedades.
· Gestión de patologías crónicas.
· Desarrollo de habilidades de autocuidado.
· Apoyo emocional y mental.
· Toma de decisiones informadas.
· Comunicación con profesionales de la salud.
· Monitorización y evaluación.
Se ha demostrado que las habilidades de autocuidado se van adquiriendo a lo largo de la vida, en la familia, el colegio, el trabajo, los amigos y el entorno social. Por ello, es importante destacar que el autocuidado está influenciado por los factores sociales, concretamente por el nivel socioeconómico y el educativo. Como sucede con otros condicionantes de salud, el autocuidado es menor en situaciones de pobreza, desempleo, escaso apoyo social y escolarización deficiente.
Los principales condicionantes del autocuidado son:
· Pobreza. La pobreza se relaciona directamente con el menor acceso a la vivienda, a los alimentos saludables y a las actividades sociales y comunitarias.
· Género. La calidad de vida de las mujeres es menor. En general, hacen menos ejercicio, soportan más carga laboral (dentro y fuera de casa), duermen menos horas, etc.
· Malestar psicológico. Afecta negativamente a la motivación y a la capacidad de autocuidado.
· Barreras culturales. Las creencias culturales marcan diferencias en la percepción que se tiene de la salud y la enfermedad, y en la confianza depositada en el sistema sanitario.
· Precariedad laboral. Los bajos salarios, la inestabilidad laboral o la mayor exposición a riesgos laborales dificulta la capacidad de las personas para cuidar de sí mismas.
· Barrera del idioma. Puede dificultar la búsqueda de ayuda, la comprensión de información y la comunicación con los profesionales sanitarios.
Una vez identificados aquellos factores que actúan como barreras, es indispensable que administraciones públicas, profesionales sanitarios y la sociedad en general se impliquen en la promoción y desarrollo de estrategias que ayuden a superar dichos obstáculos. Fomentar el conocimiento del autocuidado, no solo es importante para que la población se mantenga más saludable, también para disminuir la sobrecarga de los sistemas de salud.
Las prácticas de autocuidado mejoran la calidad de vida y los resultados en salud, además de aumentar la eficiencia y sostenibilidad de los sistemas sanitarios.

El autocuidado como agente necesario para un sistema sanitario sostenible
Actualmente se calcula que el 46% de la población europea no tiene conocimientos en salud. Esta cifra es especialmente relevante considerando que los sistemas públicos de salud cada vez están más saturados.
En este entorno, es fundamental considerar el autocuidado como una prioridad de gobiernos y administraciones a la hora de reducir la actual presión sobre los sistemas sanitarios. Si todos los colectivos implicados trabajan conjuntamente en la prevención de enfermedades en una misma dirección, la sostenibilidad de los sistemas de salud estará garantizada. Pero, para ello, es fundamental aumentar el conocimiento en salud, integrar el autocuidado en las políticas públicas, y promover el marco legislativo y regulatorio necesario que garantice su desarrollo.
Impulsar y favorecer el autocuidado reduce la carga de las enfermedades prevenibles y ayuda a manejar las enfermedades crónicas de manera más efectiva.
El autocuidado retrasa la entrada de las personas a la etapa de pacientes, con todos los beneficios que ello implica, tanto a nivel sanitario, como social y económico. Permite liberar recursos sanitarios y económicos para dedicarlos a enfermedades más graves y a tratamientos innovadores más costosos.
En general, todos los pacientes con enfermedades crónicas son susceptibles de mejorar su nivel de autocuidado, aumentando su conocimiento y poniendo en práctica las habilidades adquiridas. A mayor nivel de autocuidado, mejor calidad de vida, menor número de ingresos y mayor expectativa de vida en pacientes con enfermedades crónicas.
En este entorno, el papel de los profesionales de Atención Primaria es clave para la puesta en marcha de iniciativas y programas de educación y apoyo que fomenten la autogestión y el autocuidado en este colectivo. El objetivo de dichas actividades es involucrar activamente a los pacientes y a sus cuidadores en el manejo de sus problemas crónicos de salud. Sin embargo, para llevarlas a cabo, es importante tener en cuenta las preferencias y barreras personales según cada caso, particularmente en lo que se refiere a la adherencia terapéutica.
El empoderamiento del paciente, clave para el autocuidado y la eficiencia del sistema sanitario
El empoderamiento en salud implica capacitar a las personas para que tomen decisiones más autónomas y responsables sobre su bienestar. Los pacientes empoderados obtienen beneficios para su salud, pero también para el sistema sanitario.
La formación y el empoderamiento del paciente es un área clave para mejorar la eficiencia del sistema sanitario y los resultados en salud.
El nivel de empoderamiento no es lineal ni homogéneo, depende de múltiples factores, tanto individuales como del entorno. Se considera que las tres dimensiones clave del empoderamiento son:
· Alfabetización en salud.
· Autocuidado.
· Toma de decisiones compartida.
Un paciente activo o que ejerce un autocuidado activo se define como una persona que tiene el conocimiento, la confianza y las habilidades suficientes para cuidar de su salud y pedir atención médica cuando la necesite. En general, un paciente activo recibe más actuaciones preventivas, experimenta menos hospitalizaciones y utiliza menos recursos sanitarios, disminuyendo los costes.
El nivel de activación de los pacientes predice los resultados de salud a largo plazo.
Las principales estrategias que han demostrado tener éxito para la activación del autocuidado y la introducción de cambios en el estilo de vida para mejorar la salud son:
· Enfatizar la responsabilidad de los propios pacientes en el cambio de conducta. El responsable final de la salud de los pacientes no es el profesional sanitario, quien tiene un papel protagonista y debe cambiar es el propio paciente.
- Colaboración profesional-paciente. Los profesionales sanitarios que colaboran con sus pacientes y establecen objetivos y estrategias conjuntamente, consiguen más éxitos en el cambio de comportamiento.
- Identificar pequeños pasos hacia el cambio de conducta. Acordar con los pacientes pasos intermedios que sean factibles para llegar al objetivo marcado.
- Apoyo y seguimiento frecuente. Las visitas de seguimiento en los procesos de cambio de conducta deben centrarse en la resolución de problemas y obstáculos, sin olvidar animar a los pacientes y destacar los éxitos conseguidos.
- Mostrar interés. Transmitir a los pacientes que la preocupación por su salud es genuina y verdadera.
En las estrategias de activación, también hay situaciones poco recomendables y que los profesionales sanitarios deberían evitar:
- Abrumar con muchas instrucciones en una sola consulta.
- Reñir o amenazar.
- Establecer objetivos genéricos, como adelgazar, comer menos dulces, ser más activo, etc.
- Mostrar distancia y poco interés.
- Centrarse en objetivos clínicos y no en los objetivos de los pacientes.
- No hacer partícipe al paciente en la elección de los objetivos o en la elaboración del plan de acción.

Intervenciones de autocuidado
El autocuidado debe abordarse desde dos perspectivas complementarias, una más centrada en mejorar la capacidad de las personas para su autocuidado y la otra más enfocada en su relación con el sistema sanitario. Por ello, el autocuidado debe abarcar, no solo un conjunto de actividades, también un conjunto de capacidades.
Las intervenciones de autocuidado asociadas al sistema sanitario son:
- Autogestión. Automedicación, autotratamiento, autoexploración, autoadministración, etc.
- Autoanálisis. Autodetección, autodiagnóstico, automonitoreo, etc.
- Autoconocimiento. Autoayuda, autoeducación, autorregulación, autoeficacia, autodeterminación.
Es importante destacar que el autocuidado no sustituye los servicios de atención médica, sino que aumenta las opciones y la autonomía de las personas para impulsar una mayor autodeterminación, autoeficacia, autonomía y más participación en su salud.
En esta estrategia, los centros de Atención Primaria juegan un papel clave en la sostenibilidad del sistema sanitario, promocionando el empoderamiento y orientando a pacientes y familiares. Se calcula que aproximadamente el 40% de las muertes en los países occidentales son atribuibles a comportamientos de salud modificables, como, por ejemplo, la falta de adherencia a los tratamientos, las dietas inadecuadas, la inactividad física, el tabaquismo y otros muchos comportamientos inapropiados que disminuyen la calidad y los años de vida.
A la hora de actuar, se ha demostrado que las intervenciones sobre un único factor de riesgo tienen poco impacto en la salud de las personas, por lo que se aconseja que el abordaje sea integral, teniendo en cuenta todas las conductas susceptibles de cambio que permitan mejorar el estilo de vida. Para tomar la decisión más adecuada en este abordaje integral, se recomienda incorporar la visión del paciente, sus valores y expectativas, mediante una decisión conjunta y compartida médico-paciente.
La importancia de la toma de decisiones compartida
Existen varios métodos que facilitan la implementación de la toma de decisiones compartida y guían a profesionales y pacientes para que las conversaciones en las consultas sean más productivas. Entre ellos, destaca el modelo SHARE, una herramienta que facilita la participación activa del paciente, basada en la información y sus preferencias. El modelo SHARE consta de cinco pasos:
1. Buscar la participación del paciente. Identificar las situaciones que permitan compartir decisiones.
2. Ayudar al paciente a explorar y comparar opciones de tratamiento. Aprovechar la oportunidad para dialogar con el paciente.
3. Tener en cuenta los valores y preferencias del paciente, apoyándolo en su estado emocional.
4. Alcanzar una decisión con el paciente, respetando su propio ritmo.
5. Evaluar la decisión del paciente. Apoyarlo y acompañarlo para que pueda implementar su decisión.
Aprovechando que el 24 de julio es el Día Internacional del Autocuidado, es fundamental crear conciencia sobre la necesidad de las intervenciones de autocuidado, así como reflexionar sobre la importancia del empoderamiento de los pacientes y su papel en la promoción de la salud. Frente a los importantes retos a los que se enfrenta la sanidad actualmente (envejecimiento de la población, aumento de las enfermedades crónicas, etc.), es indiscutible que el autocuidado juega un papel fundamental y contribuye a la sostenibilidad del sistema sanitario.
Para ello, es necesario poner el foco en el binomio educación y salud. Una mayor alfabetización en salud es la base del empoderamiento que permite mejorar la propia salud, disfrutar de mayor seguridad y autonomía, así como afrontar la gestión de la enfermedad.
Bibliografía
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